El Patrón Rico le Vendió un Pozo “Seco e Inservible” por Todos sus Ahorros…

Era un mediodía abrazador cuando Rodrigo,  el ascendado más rico del pueblo,   gritó desde su caballo, “Imbécil, te vendí  un pozo seco y me diste todos tus ahorros.   Ahora tu familia morirá de sed mientras yo me río.  Las carcajadas del patrón resonaron por el valle   mientras se alejaba en su caballo pura sangre,  dejando a Mateo de rodillas frente al pozo vacío,   sosteniendo los papeles de compra y con lágrimas  bajando por sus mejillas curtidas por el sol.

Si crees que la avaricia nunca trae nada  bueno y piensas que la justicia divina existe,   suscríbete ahora mismo a este canal. Acompáñanos  en estas historias donde el bien siempre encuentra   su camino, por muy oscuro que parezca el sendero.  Mateo había trabajado 15 años como peón en la   hacienda El Mirador, 15 años de levantarse antes  que el sol, de manos agrietadas por el trabajo   duro, de regresar a casa cuando sus tres pequeños  ya dormían. Todo ese sacrificio para ahorrar peso

sobre peso con un sueño, comprar una pequeña  parcela donde su familia pudiera ser libre.   La sequía había golpeado la región durante tres  años consecutivos. Los cultivos se marchitaban,   el ganado moría y los pozos se secaban uno tras  otro. En la pequeña choosa que Mateo compartía   con su esposa Esperanza y sus hijos, el agua se  racionaba como si fuera oro líquido.

Una tarde,   el patrón Rodrigo se acercó a Mateo mientras  trabajaba. Tengo un pozo en el terreno del norte,   ese que linda con el camino real, dijo Rodrigo  con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.   Estoy dispuesto a venderte ese terreno con pozo  incluido. Es pequeño, pero suficiente para que   tu familia viva decentemente.

El corazón de Mateo  se aceleró. Era la oportunidad que había estado   esperando. ¿Cuánto pide, patrón? Todo lo que  has ahorrado en estos años, Mateo. Sé que has   guardado cada centavo. Te estoy haciendo un favor  porque has sido un buen trabajador. Esperanza   desconfió desde el principio. ¿Por qué vendería un  terreno con agua en tiempos de sequía? Preguntó a   su esposo cuando este le contó.

Pero Mateo, cegado  por la ilusión, respondió, “El patrón tiene tantas   tierras que no le importa desprenderse de una  pequeña parcela. Además, dice que ese pozo es   demasiado pequeño para sus necesidades. Con manos  temblorosas, Mateo entregó el saco de cuero donde   guardaba el fruto de 15 años de trabajo. El  patrón contó las monedas una a una, saboreando   cada centavo, mientras redactaba un documento  de venta rudimentario.

Al día siguiente, Mateo   llevó a su familia a conocer su nueva propiedad.  Los niños corrían emocionados por lo que sería   su nuevo hogar, mientras esperanza observaba con  esperanza renovada. “Lo primero es sacar agua”,   dijo Mateo con orgullo, acercándose al pozo. Bajó  el cubo esperando escuchar el chapoteo del agua.   Solo escuchó el golpe seco contra el  fondo.

Lo intentó una y otra vez con   el mismo resultado. Desesperado, se asomó al  pozo. Estaba completamente seco, con grietas   en el fondo que evidenciaban años sin una gota de  agua. ¿Crees que el patrón sabía exactamente lo   que estaba vendiendo? ¿O piensas que también  él ignoraba el verdadero estado del pozo?   Déjanos tu opinión en los comentarios.

La  humillación llegó al día siguiente, cuando el   patrón pasó casualmente por el terreno y encontró  a Mateo intentando profundizar el pozo con sus   propias manos. “Puedes cabar hasta el infierno  y no encontrarás ni una gota”, se burló Rodrigo.   “Ese pozo está seco desde hace 5 años. Te vendí  tierra y piedras y tú pagaste como si fuera oro.

Debiste estudiar antes de ser campesino, Mateo.  Ahora tu familia tendrá tierra, pero morirá de   sed. Las risas del patrón fueron como puñales en  el corazón de Mateo. Esa noche no tuvo el valor   de mirar a los ojos a Esperanza ni a sus hijos.  Se sentó en la oscuridad, fuera de la pequeña   choza que habían improvisado en su nueva tierra,  contemplando las estrellas y preguntándose cómo   había sido tan ingenuo.

Esperanza se sentó a su  lado y contra todo pronóstico tomó su mano. Dios   nos pone pruebas, Mateo. No castigos susurró.  Mañana seguiremos cabando. Durante semanas,   Mateo cabó como un hombre poseído. Sus manos,  ya curtidas por años de trabajo, ahora sangraban   cada noche. Los vecinos comenzaron a llamarlo el  loco del pozo seco, algunos por lástima, otros por   burla.

El agua que bebían tenían que acarrearla  desde el río a 2 horas de camino. Esperanza hacía   este viaje dos veces al día, mientras los niños  ayudaban a su padre en la interminable tarea de   profundizar el pozo. A medida que pasaban  los días, la fe de Mateo se debilitaba.   Una tarde, exhausto y desesperado, descendió una vez más al fondo del pozo, que ahora era   tan profundo que apenas se veía la luz del  sol desde abajo.

Con lágrimas en los ojos,   golpeó la roca con su pico, más por rabia que  por esperanza. Si esta historia está tocando   tu corazón y te recuerda que la perseverancia  puede abrir caminos donde parecía no haberlos,   no olvides darle me gusta y presionar el botón  de suscribirse. Ayúdanos a llevar estos mensajes   de esperanza a más personas que necesitan recordar  que después de la tormenta siempre llega la calma.

El golpe del pico produjo un sonido diferente.  No era el habitual sonido seco contra la piedra,   sino un tintineo metálico. Mateo se detuvo  confundido, limpió el sudor de sus ojos y miró   con atención el punto donde había golpeado.  Algo brillaba tenuemente en la poca luz.   raspó con más cuidado y un pequeño fragmento  dorado quedó al descubierto.

Con manos temblorosas   lo recogió. Era pesado para su tamaño y tenía un  brillo que solo había visto en las joyas que usaba   la esposa del patrón en las fiestas del pueblo.  Esperanza gritó hacia arriba, bájame una lámpara.   Cuando la luz iluminó el fondo del pozo, Mateo  tuvo que contener un grito. La beta dorada se   extendía como un río congelado por la pared  rocosa.

No era agua lo que había encontrado,   era algo mucho más valioso, oro puro. Esa noche,  Mateo y Esperanza hablaron en susurros para no   despertar a los niños. “Debemos mantenerlo en  secreto”, dijo Esperanza. Si el patrón se entera,   el terreno es legalmente nuestro, respondió  Mateo. Él mismo redactó el documento de venta.   Todo lo que contiene esta tierra nos pertenece.

La  codicia puede hacer que un hombre como Rodrigo no   respete ni sus propias palabras escritas, advirtió  Esperanza. decidieron seguir fingiendo que caban   buscando agua mientras extraían el oro en secreto.  Durante tres meses trabajaron en silencio,   ocultando su descubrimiento incluso a sus propios  hijos para evitar que en su inocencia revelaran   el secreto.

Una noche, Mateo regresó del pueblo  con una sonrisa que Esperanza no le veía desde   antes de la compra del pozo. ha hablado  con don Julián, el orfebre de la ciudad